Un
trabajo interesante que me plantée hace algún tiempo, más específicamente hace
23 meses, es la de “¿cómo quiero educar a
mi hija?”. Y así comenzó mi trabajo de indagación.
Gracias
a Proyecto Mamá conocí lo que es la Teoría del Apego y los beneficios de la Lactancia prolongada.
Según
he podido leer sobre el tema, porque Juanita no me deja mucho tiempo para la
lectura y, el poco tiempo que me queda la reparto entre novelas –como han visto
que he ido subiendo– y otros libros de diversos temas, la teoría del apego de John Bowlby señala “que los bebés tienen la capacidad de diferenciar a su mamá desde que
nacen, escuchar su voz los tranquiliza debido a la necesidad del bebé a estar
cerca de su mamá, estar en sus brazos o cerca de ella porque se siente
protegido y cuidado, esto no son solo rumores o ideas de las mamás, sino que
está comprobado y ha seguido estudiándose de manera científica. John Bowlby fue
un psicólogo que trabajó en instituciones de niños por varios años y al verlos
se dio cuenta de la necesidad que tenían los bebés con sus mamás, tanto que lo
llevó a generar la teoría del apego.”[1]
Como
dice el Dr. Eduardo Hernández González, pediatra y terapeuta de la conducta
infantil, “la propiedad más importante
del ser humano, es su capacidad de formar y mantener relaciones. Estas son
absolutamente necesarias para que cualquiera de nosotros pueda sobrevivir,
aprender, trabajar, amar y procrearse.
La habilidad individual para formar y mantener
relaciones (…) es diferente en cada uno de nosotros. Algunos parecen ser ‘naturalmente’
capaces de amar y establecer relaciones íntimas, otros no tiene tanta suerte,
carecen de capacidad afectiva y les cuesta hacer amigos, además de establecer
una relación distante con la familia.
Tanto la capacidad como el deseo de formar
relaciones emocionales están asociados a la organización y funcionamiento de
partes específicas del cerebro humano, así como al equilibrio de los
neurotransmisores (…). Así como el cerebro nos permite ver, oler, gustar,
pensar y movernos, también es el órgano que nos permite amar o no amar. Estos
sistemas cerebrales que nos permiten formar y mantener relaciones, se
desarrollan durante la infancia. Las experiencias durante estos primeros y
vulnerables años del desarrollo evolutivo de un individuo, influyen
significativamente en el moldeado de la capacidad para formar relaciones
íntimas y emocionalmente saludables. La empatía, el afecto, el deseo de
compartir, el inhibirse de agredir, la capacidad de amar y ser amado y un
sinnúmero de características de una persona asertiva, operativa y feliz, están
asociadas a las capacidades medulares de apego formadas en la infancia y niñez
temprana”[2]
Para
este pediatra, el apego “(…) se refiere a
un vínculo específico y especial que se forma entre madre-niño”.[3]
Ante
semejante responsabilidad como padres, la de lograr que nuestros hijos amen y
puedan establecer relaciones íntimas, ¿cómo negarnos a seguir una teoría que
sólo redundará en lo mejor para nuestros hijos?
El niño
nace con necesidades básicas que deben ser cubiertas, algunas de ellas son:
·
necesidades fisiológicas,
·
necesidades de establecer vínculos afectivos,
·
necesidades de protección,
·
necesidad de explorar su entorno, y
·
necesidad de jugar
Es
importante hacer lo que uno cree que debe hacer y no dejarse llevar por lo que
digan las personas, de nuestra confianza ni las que no lo son. Ya que en mi
caso, por ejemplo, Juana “debe acostumbrarse a estar en el coche”. Primero que
no me gusta que me digan “tiene que”, ¿por qué tiene que? ¿Quién dice? ¿Hay un
manual y yo no me enteré? Ufffff! Odio que me digan “tenés que hacerlo porque
después no vas a poder hacer nada”. Acepto una opinión, algo así como: “¿No te
parece que si la dejas en el coche vas a poder hacer cosas que con ella a upa
no podes?” Sepanló: NO me interesa hacer nada si mi hija quiere estar a upa de
SU MAMÁ. “Nosotros con vos hacíamos eso.” No sólo que ahí la cosa cambia sino
que me das la posibilidad de decirte, amablemente –si puedo– “lamentablemente
no quiero ser como vos en ese sentido”… ¡Qué sé yo! Soy madre primeriza, pero
quiero una hija que sepa que quiero satisfacerle sus necesidades y que se
sienta segura conmigo, su mamá. Quiero que sepa que puede contar para lo que
sea, que voy a estar. Que tenga seguridad de ella misma y de que su mamá va a
estar siempre. Que tiene que aprender a volar, sabiendo que cuando quiera puede
volver al nido… Y esto no significa que vaya a ser una mal enseñada, ¿no?
“El
apego es una relación especial que el niño establece con un número reducido de
personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas
personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas
a lo largo del tiempo. Es, sin dudas, un mecanismo innato por el que el niño
busca seguridad. (…) El llorar es uno de los principales mecanismos por el que
se produce la llamada o el reclamo de la figura de apego. (…) Una adecuada relación
con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad asociados a su
proximidad o contacto y su pérdida, real o imaginaria, genera angustia.”[4]
Si
bien, la figura principal del apego es la madre, por cuestiones biológicas y
evolutivas, porque es con la que efectúa una relación especialmente fuerte; también
está el padre, ya que “hoy en día
asistimos a una acentuación de la implicación del padre en los cuidados de la
primera infancia. Motivos de horarios laborales, número de hijos, recursos
económicos, etc, determinan la necesidad de una corresponsabilidad por parte
ambos progenitores en las labores de atención al bebé.”[5]
“La importancia del buen establecimiento del
vínculo de apego, ya en las primeras etapas, va tener unas consecuencias
concretas en el desarrollo evolutivo del niño. Podemos afirmar con rotundidad
que dedicar tiempo al bebé, en una interacción de cuidado y atención, por parte
de las figuras de apego, es la mejor inversión para garantizar la estabilidad
emocional del niño en su desarrollo.”[6]
Lo
mismo sucedió con la lactancia
prolongada, ¿por qué le molesta a la sociedad ver a un niño mayor de un año
tomando el pecho? ¿Por qué tiene que generar comentarios despectivos, críticas
y burlas?
Rosana
Satler es una gran defensora de la lactancia prologada y yo seguí sus pasos por
varios motivos, pero principalmente, porque mi hija AMA su “t-tita”; escucharla decir: “mamá
t-ta” es lo más lindo que hay, lo más placentero y lo más gratificante.
Tanto
la Organización Mundial de la Salud –OMS– como la Organización de las Naciones
Unidas por la Infancia –UNICEF– recomiendan una lactancia exclusiva hasta los
seis meses y un destete alrededor de los dos años de vida.
“A veces, la lactancia prolongada es vista
como la instauración de un vínculo patológico entre la mamá y el bebé. Pero, en
realidad, la patología no está relacionada con el tiempo de amamantamiento,
sino con todos los otros aspectos que hacen a la interacción madre-hijo, esté
alimentado a pecho o no.
También surge la noción de que, cuando salen
los dientes, llegó la hora del destete. Sin embargo, las abuelas y las mamás
actuales que amamantan a un bebé más tiempo saben que la dentición no es un
inconveniente. A lo mejor, el bebé puede morder una vez, pero responde de
inmediato a un ‘no’ firme de su madre.
Por otra parte, es más fácil destetar a un bebé pequeño que no se
expresa, que a uno más grande. Esto no significa que para el niño sea igual de
fácil.
Algunos médicos consideran que la lactancia
interfiere en el interés del niño por otros alimentos. Si bien es cierto que,
cuando se los desteta, muchos chicos incorporan alimentos complementarios, esto
se debe a que necesitan gran cantidad de nutrientes para sustituir la riqueza
que aporta la leche materna.
Otras personas piensan que, a partir del año,
disminuye la calidad de la leche. Pero, en realidad su composición varía de
acuerdo a las necesidades de desarrollo del bebé. Y nunca pierde sus atributos
inmunológicos.
En la revista Mamando, de la Fundación para
la Lactancia Materna –FUNDALAM–, la licenciada Mónica Ispani dice que la
cultura psicoanalítica de Occidente influye en un destete precoz y ‘cuando la
mamá se siente presionada a destetar y no es lo que realmente desea en su
corazón, los niños perciben esta contradicción y se revelan más ante la
decisión’.
Vale la pena aclarar que, en el segundo año
de vida (es decir, a partir de los 12 meses), la lactancia materna sigue
teniendo un montón de ventajas. Especialistas de la Yale School of Medicine, de
los Estados Unidos, aseguran que la lactancia prolongada reduce el cáncer de
mama en un 4,3 por ciento. Estos descubrimientos ayudan a explicar por qué los
índices de cáncer de mama son tan bajos en los países en desarrollo, donde las
mujeres tienen entre seis y siete hijos y amamantan a cada uno por más de dos
años, en comparación con los países occidentales industrializados, donde una
mujer tiene entre dos a tres hijos y alimenta a sus bebés de manera natural por
dos o tres meses.(…)
La lactancia prolongada también cuenta con
ventajas para el niño, ya que la leche le aporta una menor incidencia de
enfermedades infecciosas y, si se presentan, son menos graves. Son menos
propensos a sufrir alergias y eczemas de piel y, aún después de los 2 años, la
leche materna sigue siendo una fuente valiosa de proteínas, grasas, calcio y
vitaminas.
Además de beneficios físicos y,
contrariamente a las creencias más comunes, la lactancia prolongada también
presenta beneficios psicológicos.
‘El amamantamiento es un modelo de vínculo
para otros vínculos que el niño tendrá en su vida adulta. Si le permitimos
separarse en forma natural y no forzada, el niño va a desarrollar confianza en
su madre y el mundo externo, lo que le permitirá una mayor independencia futura.
Si los empujamos a separarse antes de que estén maduros, lucharán
persistentemente por quedar pegados y se verá reflejada está inseguridad en su
accionar adulto, con temores constantes a ser abandonados por los que más
quiere o necesita’, agrega Ispani. ‘Hay una fuerte presión de la sociedad por ‘fabricar’
niños independientes antes de que estén maduros para ello, provocando, como
consecuencia, chicos pseudo-independientes con personalidad insegura y una gran
sed de apoyo en lo externo’, concluye.”[7]
Así que
bueno, resumiendo: la leche que se adapta a los requerimientos del niño,
beneficios psicológicos y un 4,3% de disminución en probabilidad de cáncer de
mamas –beneficioso para las mamás– es suficiente argumento para decirle SI a la
lactancia prolongada.
Creo que la clave está en hacer lo que uno
siente que debe hacer. Estar convencidos en que lo que hacemos es lo mejor para
el bebé y una misma. Para eso debemos saber que lo primero, siempre, es el
bienestar del bebé.
[3]
idem
[4] Ídem
[6] idem
[7] http://www.materna.com.ar/Bebe/bebe-de-3-a-6-meses/Articulos-Bebe-de-3-a-6-meses/Las-Ventajas-de-la-Lactancia-Prolongada/Articulo/ItemID/3445/View/Details.aspx
- Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp
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