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Julio Cortázar, escritor, traductor e intelectual argentino nacido en Bélgica y nacionalizado francés. |
Editada en junio de 1963, la obra de Julio Cortázar provocó
admiración por el riesgo sonoro y sintáctico; se la recuerda con una edición
conmemorativa y actividades en París
"Apenas
se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y
paramovía, de pronto era el clinón..."
Rayuela nunca fue una novela.
Es más bien una especie de río abierto y caudaloso. A cincuenta años de su
primera edición, la gran creación de Julio Cortázar, también puede analizarse
como un dispositivo extraliterario donde, como al inicio de esta nota, el autor
apela al "gíglico", un idioma creado para la expresión absoluta.
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La primera tapa de "Rayuela" de 1963 |
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"Rayuela" edición 2013 |
El aniversario de los 50 años,
que contará con conmemoraciones en la Argentina y en Francia, donde vivió,
plantea una pregunta: ¿qué hace a esta obra tan fascinante todavía? Experimentación
sonora y sintáctica, posibilidades de lecturas diversas; interpelación a la
participación del lector y una sutil postura contracultural evocadora de las
contradicciones de los sesenta hicieron de este simple objeto de pensamiento,
papel y tinta un artefacto potente. Su secreto magnetismo cautiva a lectores de
generación en generación. Con el tiempo, el texto ganó la admiración de grandes
de la literatura. "Ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria
que Cortázar, ni hizo del juego un instrumento de creación y exploración
artística tan dúctil y provechoso. La obra de Cortázar abrió puertas
inéditas", expresó el escritor peruano Mario Vargas Llosa. "Si no hay
una voluntad de lenguaje en una novela en América latina, para mí esa novela no
existe. Yo creo que la hay en Cortázar, que para mí es casi un Bolívar de la
literatura latinoamericana. Es un hombre que nos ha liberado, que nos ha dicho
que se puede hacer todo", consideró Carlos Fuentes. "Prosa hecha de
aire, sin peso ni cuerpo, pero que sopla con ímpetu y levanta en nuestras
mentes bandadas de imágenes y visiones, vaso comunicante entre los ritmos
callejeros de la ciudad y el soliloquio del poeta", opinó Octavio Paz.
"Cortázar es el mejor", añadió sintético el escritor chileno Roberto
Bolaño. "Cortázar nos ha dejado una obra tal vez inconclusa, pero tan
bella e indestructible como su recuerdo", dijo Gabriel García Márquez. Y
las opiniones compiladas a lo largo del tiempo no escatiman elogios. Hoy
Rayuela es parte del programa de lectura de muchas escuelas secundarias
argentinas. Algo impensado hace cinco décadas, cuando la novela irrumpió en la
escena literaria de habla hispana como algo extraño. Cortázar, que murió en
París en 1984, compartió sus intenciones en una entrevista de la década del
setenta: "A mí se me ocurrió, y sé muy bien que era una cosa muy difícil,
un texto donde el lector en lugar de leer consecutivamente una novela tuviera
opciones, lo cual lo situaría ya casi en pie de igualdad con el autor, porque
él también había tomado diferentes opciones al escribir el libro".
La primera página del libro se
titula "Tablero de dirección" y destruye en el mismo umbral de la
obra el orden formal entre "lo escrito" y "lo leído" al
proponer dos maneras de leer las seiscientas páginas que siguen: de corrido -en
cuyo caso el libro terminaría en el capítulo 56 siendo el resto
"prescindible"- o como propone el autor, según un orden alterado en
el que ubica como primero al capítulo 73, en cuyo caso todos los capítulos
serían "necesarios". Así lo explicó Cristina Feijóo en una nota
titulada "El pensamiento de Cortázar en Rayuela" publicada en la
revista literaria La Máquina del Tiempo.
Pero la invención de Cortázar
no sólo fascina a otros escritores y a miles de lectores. También llamó la atención
del mundo científico por su construcción basada en diferentes capas.
"Rayuela es, sin duda, una novela excepcional que aborda una multiplicidad
de temas y miradas acerca del hombre y del sentido de su existencia. Si bien
algunos aspectos han envejecido mejor que otros, hay uno en particular que está
hoy más vigente que nunca: la búsqueda. Rayuela es para mí, entre muchas otras
cosas, una novela acerca de la necesidad de buscar, de buscarse y de buscarnos.
Es además una búsqueda hacia adelante, hacia lo nuevo y desconocido, hacia lo
abierto. Una búsqueda del hombre nuevo (como se ha señalado tantas veces) pero
también de un nuevo lenguaje y de una nueva relación entre el lector y la
novela. En estos tiempos que corren, el espíritu de búsqueda que representa
Rayuela debería estar hoy más vivo y presente que nunca", consideró a LA
NACION Gustavo Ariel Schwartz, investigador del CSIC en el Centro de Física de
Materiales de San Sebastián, España.
El domingo 20 de octubre de
1963 se publicó en LA NACION la crítica literaria a cargo de Juan Carlos Ghiano
con el título: "Rayuela, una ambición antinovelística". En el texto,
el autor, no sólo reseña la obra sino que también aporta datos de la
"muchachada" literaria de la época a la que pertenecía el autor y
señala como influencias a Alfred Jarry y el Joyce por fuera de Ulisses. Ghiano,
que se declara admirador de Cortázar, desliza algunas críticas: "Rayuela,
intensamente auténtica en algunos capítulos, muy pocos, decepciona y fatiga en
la totalidad". Y agrega: "Cortázar ha querido ser el escritor voyant
que pedía Rimbaud y del intento surge lo antinovelístico de su libro, tan
preocupado por lo que intenta destruir que no siempre alcanza la novedad
anunciada con insistencia".
Cortázar fijó su residencia
definitiva en París en 1951, donde murió en 1984. Desde allí desarrolló una
obra literaria única dentro de la lengua castellana. Algunos de sus cuentos
figuran entre los más perfectos del género. Rayuela marcó un hito dentro de la
narrativa contemporánea. Por eso, la editorial Alfaguara lanzó una reedición
conmemorativa, y en París el Instituto Cervantes inauguró la semana pasada una
exposición y publicó una guía de París basada en los lugares que menciona la
novela.
Infografía
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